Mi nombre.. mi destino?

viernes, 30 de julio de 2010 0 comentarios
Ese nombre que he escuchado toda la vida, desde que nací, quizás la palabra que más he escuchado en mi vida. Esa palabra según Cristobal Jodorowsky se convierte en una especia de Mantra y tiene un poderoso impacto sobre la mente y el cuerpo. Es como un identificador de personalidad, un símbolo que llevo a cuestas.

A la hora de reflexionar sobre el efecto y el significado de nuestro “nombre” podemos empezar a preguntarnos quien nos asigno ese nombre, fue mi madre?, mi padre?, un abuelo?, estaban de acuerdo en colocarlo?, que los inspiro para colocarlo?, qué significado tiene?, es de algún miembro de mi familia?, si es así, como fue su vida?, sus anhelos?, sus frustraciones?, porque es probable que reeditemos su vida o sus desafíos.

Algunas veces nos asignan un nombre de algún personaje famoso, una personalidad de la historia, de la cultura, un héroe o heroína, en esos casos también es recomendable explorar cual es la carga simbólica que se me ha dado.

En el caso de los apellidos, sabemos que el origen de estos es variado, por ejemplo existen apellidos relacionados a algún oficio, p.e Alcalde, son los oficios o las profesiones algo importante en esta familia?, otros tienen que ver con un rasgo físico como Blanco, será casualidad que tantas personas afro-descendientes se apelliden Blanco? Los apellidos toponímicos asociados a regiones o localidades, que provienen en muchos casos de grandes terratenientes, las tierras o posesiones son importantes para esta familia?, también existen aquellos que indican la pertenencia o el linaje de un individuo, por ejemplo Fernandez, que significa de Fernando, quien es Fernando en mi familia y cuál es su influencia en las generaciones que lo sucedieron? .

En cualquier caso resulta muy interesante explorar y analizar el significado simbólico de nuestros nombres, de ese identificador que nuestros padres y nuestras familias o seres que estuvieron a nuestro cuidado nos dieron como algo sin importancia, pero que en muchos casos influye en nuestro destino

Daphne Bolivar Izquierdo

Tomando a los Padres

martes, 27 de julio de 2010 0 comentarios
 ahora somos ADULTOS.... Donde estan las monedas? de Joan Garriga

En una noche cualquiera, una persona, de la que no sabemos si es un hombre o una mujer, tuvo un sueño. Es un sueño que todos tenemos alguna vez. Esta persona soñó que en sus manos recibía unas cuantas monedas de sus padres. No sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, cientos, una docena o aún menos. Tampoco sabemos de qué metal estaban hechas, si eran de oro, plata, bronce, hierro o quizá de barro.

Mientras soñaba que sus padres le entregaban estas monedas, sintió espontáneamente una sensación de calor en su pecho. Quedó invadida por un alborozo sereno y alegre. Estaba contenta, se llenó de ternura y durmió plácidamente el resto de la noche.

Cuando despertó a la mañana siguiente, la sensación de placidez y satisfacción persistía. Entonces, decidió caminar hacia la casa de sus padres. Y, cuando llegó, mirándolos a los ojos, les dijo:

— Esta noche habéis venido en sueños y me habéis dado unas cuantas monedas en mis manos. No recuerdo si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué metal estaban hechas, si eran monedas de un metal precioso o no. Pero no importa, porque me siento plena y contenta. Y vengo a deciros gracias, son suficientes, son las monedas que necesito y las que merezco. Así que las tomo con gusto porque vienen de vosotros. Con ellas seré capaz de recorrer mi propio camino.

Al oír esto, los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, se sintieron aún más grandes y generosos. En su interior sintieron que aún podían seguir dando a su hijo, porque la capacidad de recibir amplifica la grandeza y el deseo de dar. Así, dijeron: 
— Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único y personal. Son para ti.

Entonces este hijo se sintió también grande y pleno. Se percibió completo y rico y pudo dejar en paz la casa de sus padres. A medida que se alejaba, sus pies se apoyaban firmes sobre la tierra y andaba con fuerza. Su cuerpo también estaba bien asentado en la tierra y ante sus ojos se abría un camino claro y un horizonte esperanzador.

Mientras recorría el camino de la vida, encontró distintas personas con las que caminaba lado a lado. Se acompañaban durante un trecho, a veces más largo o más corto, otras veces estaban con él durante toda la vida. Eran sus socios, sus amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores e incluso sus adversarios. En general, el camino resultaba sereno, gozoso, en sintonía con su espíritu y su naturaleza personal. Tampoco estaba exento de los pesares naturales que la vida impone. Era el camino de su vida.

De vez en cuando esta persona volvía la vista atrás hacia sus padres y recordaba con gratitud las monedas recibidas. Y cuando observaba el transcurso de su vida, miraba a sus hijos o recordaba todo lo conseguido en el ámbito personal, familiar, profesional, social o espiritual, aparecía la imagen de sus padres y se daba cuenta de que todo aquello había sido posible gracias a lo recibido de ellos y que con su éxito y logros les honraba.

Se decía a sí mismo: «No hay mejor fertilizante que los propios orígenes», y entonces su pecho volvía a llenarse con la misma sensación expansiva que le había embargado la noche que soñó que recibía las monedas.

Sin embargo, en otra noche cualquiera, otra persona tuvo el mismo sueño, ya que tarde o temprano todos llegamos a tener este sueño. Venían sus padres y en sus manos le entregaban unas cuantas monedas. En este caso tampoco sabemos si eran muchas o pocas, si eran miles, unos cientos, una docena o aún menos. No sabemos de qué metal estaban hechas, si de oro, plata, bronce, hierro o quizás de barro…

Al soñar que recibía en sus manos las monedas de sus padres sintió espontáneamente un pellizco de incomodidad. La persona quedó invadida por una agria inquietud, por una sensación de tormento en el pecho y un lacerante malestar. Durmió llena de agitación lo que quedaba de noche mientras se revolvía encrespada entre las sábanas.

Al despertar, aún agitada, sentía un fastidio que parecía enfado y enojo, pero que también tenía algo de queja y resentimiento. Quizá lo que más reinaba en ella era la confusión y su cara era el rostro del sufrimiento y de la disconformidad. Llena de furia y con un ligero tinte de vergüenza, decidió caminar hacia la casa de sus padres.

Al llegar allí, mirándolos de soslayo les dijo:

— Esta noche habéis venido en sueño y me habéis dado unas cuantas monedas. No sé si eran muchas o pocas. Tampoco sé de qué material estaban hechas, si eran de un metal precioso o no. No importa, porque me siento vacía, lastimada y herida. Vengo a decirles que vuestras monedas no son buenas ni suficientes. No son las monedas que necesito ni son las que merezco ni las que me corresponden. Así que no las quiero y no las tomo, aunque procedan de ustedes y me lleguen a través vuestro. Con ellas mi camino sería demasiado pesado o demasiado triste de recorrer y no lograría ir lejos. Andaré sin vuestras monedas.

Y los padres que, como todos los padres, empequeñecen y sufren cuando no tienen el reconocimiento de sus hijos, aún se hicieron más pequeños. Se retiraron, disminuidos y tristes, al interior de la casa. Con desazón y congoja comprendieron que todavía podían dar menos a este hijo porque ante la dificultad para tomar y recibir, la grandeza y el deseo de dar se hacen pequeñas y languidecen. Guardaron silencio, confiando en que, con el paso del tiempo y la sabiduría que trae consigo la vida, quizá se pudieran llegar a enderezar los rumbos fallidos del hijo.

Es extraño lo que ocurrió a continuación. Después de haber pronunciado estas palabras ante los padres en respuesta a su sueño, este hijo se sintió impetuosamente fuerte, más fuerte que nunca. Se trataba de una fuerza extraordinaria. Se había encarnado en él la fuerza feroz, empecinada y hercúlea que surge de la oposición a los hechos y a las personas. No era una fuerza genuina y auténtica como la que resulta del asentimiento a los hechos y que está en consonancia con los avatares de la vida, pero la fuerza era intensa.

Sin ninguna serenidad interior, aquella persona abandonó la casa de los padres diciéndose a sí misma:

— Nunca más.

Impetuosamente fuerte, pero también vacía, huérfana y necesitada, aún queriéndolo y deseándolo, no lograba alcanzar la paz.

A medida que la persona se alejaba de la casa de sus padres sentía que sus pies se elevaban unos centímetros por encima de la tierra y que su cuerpo, un tanto flotante, no podía caerse por su propio peso real. Pero lo más relevante ocurría en sus ojos: los abría de una manera tan particular que parecía que miraba siempre lo mismo, un horizonte fijo y estático.

La persona desarrolló una sensibilidad especial. Así, cuando encontraba a alguien a lo largo de su camino, sobre todo si era del sexo opuesto, esta sensibilidad le hacía contemplarlo con una enorme esperanza, la que, sin darse cuenta le llevaba a preguntarse:

— ¿Será esta persona la que tiene la monedas que merezco, necesito y me corresponden, las monedas que no tomé de mis padres porque no supieron dármelas de la manera justa y conveniente? ¿Será esta la persona que tiene aquello que merezco?

Si la respuesta que se daba a si misma era afirmativa, resultaba fantástico. A esto, algunos lo denominan enamoramiento. En esos momentos sentía que todo era maravilloso. No obstante, cuando el enamoramiento acababa convirtiéndose en una relación y la relación duraba lo suficiente, la persona generalmente descubría que el otro no tenía lo que le faltaba, aquellas monedas que no había tomado de sus padres.

— ¡Qué pena!, se decía y se quejaba amargamente de su mala suerte, culpando al destino de ello.

A esto lo llaman desengaño y esta persona se sentía sometida a un tormento emocional que tomaba la forma de desesperación, desazón, crisis, turbulencia, enfado, frustración…

Por suerte, o no, en este momento podía estar esperando a un hijo y la desazón se volvía más dulce y esperanzadora, más atemperada. Entonces la pregunta volvía a su inconsciente:

— ¿Será este hijo que espero, tan bien amado, quien tiene las monedas que merezco, que necesito y que me corresponden y que no tomé de mis padres porque no supieron dármelas de la manera justa y conveniente? ¿Será este ser el que tiene aquello que merezco?

Cuando se contestaba de nuevo que sí, era maravilloso, formidable y empezaba a sentir un vínculo especial con ese hijo, un vínculo asombroso, muy estrecho, lleno de expectativas y anhelos.

Pero si pasa el tiempo suficiente la mayoría de los hijos desean tener una vida propia y saben que tienen propósitos de vida propios e independientes de sus padres. Entonces, aunque aman a sus padres y desean hacer lo mejor para ellos, la presión de tener vida propia resulta exigente, imperiosa y tan arrolladora como la sexualidad.

Así es como, de nuevo, esta persona comprende un día que tampoco su hijo tiene las monedas que necesita, merece y le corresponden. Sintiéndose más vacía, huérfana y desorientada que nunca entra en crisis y desesperación. Enferma. Ahora tiene entre 40 y 50 años, la fase media de la vida. Ahora ningún argumento la sostiene ya, ninguna razón la calma. Es su “cata-crac” y grita:

— ¡A Y U D A!

¡Hay tanta urgencia en su tono de voz! ¡Su rostro está tan desencajado! Nada la calma, nada puede sostenerla.

Y… ¿qué hace? Va al terapeuta.

El terapeuta la recibe pronto, la mira profunda y pausadamente y le dice:

— Yo no tengo las monedas.

Hay dos clases de terapeutas: los que piensan que tienen las monedas y los que saben que no las tienen.

El terapeuta ha visto en sus ojos que sigue buscando las monedas en el lugar equivocado y que le encantaría equivocarse de nuevo. El terapeuta sabe que las personas quieren cambiar, pero les cuesta dar su brazo a torcer, no tanto por dignidad sino por tozudez y costumbre.

Él piensa: “Amo y respeto mejor a mis pacientes cuando puedo hacerlo con sus padres y con su realidad tal como es. Los ayudo cuando soy amigo de las monedas que les tocan, sean las que sean.”

El terapeuta añade: “Yo no tengo las monedas pero sé dónde están y podemos trabajar juntos para que también tú descubras dónde están, cómo ir hacia ellas y tomarlas.”

Entonces el terapeuta trabaja con la persona y le enseña que durante muchos años ha tenido un problema de visión, un problema óptico, un problema de perspectiva. Ha tenido dificultades para ver claramente. Sólo se trata de eso.

El terapeuta le ayuda a reenfocar y a modular su mirada, a percibir la realidad de otra manera, desde una perspectiva más clara, más centrada y más abierta a los propósitos de la vida. Una manera menos dependiente de los deseos personales del pequeño yo que trata de gobernarnos.

Un día, mientras espera a su paciente, el terapeuta piensa que está listo y que debe decirle, por fin y claramente, dónde están las monedas. Y este mismo día, como por arte de birlibirloque, llega el paciente. Tiene otro color de piel, las facciones de su rostro se han suavizado y comparte su descubrimiento:

— Sé dónde están las monedas. Siguen con mis padres.

Primero solloza, luego llora abiertamente. Después surge el alivio, la paz y la sensación de calor en el pecho. ¡Por fin!

Durante el trabajo terapéutico ha atravesado las purulencias de sus heridas, ha madurado en su proceso emocional y ha reenfocado su visión. Ahora se dirige de nuevo, como lo hizo hace tantos años atrás a la casa de sus padres.

Los mira a los ojos y les dice:

— Vengo a deciros que estos últimos diez, veinte o treinta años de mi vida he tenido un problema de visión, un asunto óptico. No veía claramente y lo siento. Ahora puedo ver y vengo a deciros que aquellas monedas que recibí de vosotros en sueños son las mejores monedas posibles para mi. Son suficientes y son las monedas que me corresponden. Son las monedas que merezco y las adecuadas para que pueda seguir. Vengo a daros las gracias. Las tomo con gusto porque vienen de vosotros y con ellas puedo seguir andando mi propio camino.

Ahora los padres, que como todos los padres se engrandecen a través del reconocimiento de sus hijos, vuelven a florecer y el amor y la generosidad fluyen de nuevo con facilidad. Así el hijo ahora es plenamente hijo, porque puede tomar y recibir.

Los padres le miran sonrientes, con ternura y contestan:

— Ya que eres tan buen hijo puedes quedarte con todas las monedas, puesto que te pertenecen. Puedes gastarlas como quieras y no es necesario que nos las devuelvas. Son tu legado, único, propio y personal, para ti. Puedes tener una vida plena.

Ahora este hijo se siente grande y pleno. Se percibe completo y rico y puede, por fin, dejar la casa de los padres con paz. A medida que se aleja siente sus pies firmes pisando el suelo con fuerza, su cuerpo también está asentado en la tierra y sus ojos miran hacia un camino claro y un horizonte esperanzador.

Resulta extraño: ha perdido esa fuerza impetuosa que se nutría del resentimiento, del victimismo o del exceso de conformidad. Ahora tiene una fuerza simple y tranquila, una fuerza natural.

Recorriendo el camino de su vida encontraba con frecuencia otra personas con las que caminaba lado a lado como acompañantes durante un techo, a veces largo, a veces corto, a veces durante toda la vida. Socios, amigos, parejas, vecinos, compañeros, colaboradores, incluso adversarios. En general se trataba de un camino sereno, gozoso, en sintonía con su espíritu y con su naturaleza personal. Tampoco estaba exento de los pesares naturales que la vida impone. Era el camino de su vida.

Un día se acercó a la persona de la que se enamoró pensando que tenía las monedas y también le dijo:

— “Durante mucho tiempo he tenido un problema de visión y ahora que veo claro te digo: Lo siento, fue demasiado lo que esperé. Fueron demasiadas expectativas y sé que esto fue una carga demasiado grande para ti y ahora lo asumo. Me doy cuenta y te libero. Así el amor que nos tuvimos puede seguir fluyendo. Gracias. Ahora tengo mis propias monedas.”

Otro día va a sus hijos y les dice:

— Podéis tomar todas las monedas de mi, porque yo soy una persona rica y completa. Ahora que he tomado las mías de mis padres. Entonces los hijos se tranquilizan y se hacen pequeños respecto a él y están libres para seguir su propio camino tomando sus propias monedas.

Al final de su largo camino se sienta y mira aún más allá. Hace un repaso a la vida vivida, a lo amado y a lo sufrido, a lo construido y a lo maltrecho. A todo y a todos logra darles un buen lugar en su alma. Los acoge con dulzura y piensa:

— Todo tiene su momento en el vivir: el momento de llegar, el momento de permanecer y el momento de partir. Una mitad de la vida es para subir la montaña y gritar a los cuatro viento: “Existo”. Y la otra mitad es para el descenso hacia la luminosa nada, donde todo es desprenderse, alegrase y celebrar.

La vida tiene sus asuntos y sus ritmos sin dejar de ser el sueño que soñamos.

Destinos "Ajenos"

jueves, 15 de julio de 2010 0 comentarios
Las Constelaciones Familiares surgen de la investigación y la constatación de que la familia es una red de vínculos en donde el dolor que se vive recorre todo el sistema.


Uno de los puntos de apoyo de Bert Hellinger para el desarrollo de su terapia sistémica de “Constelaciones Familiares” ha sido constatar un número inusual de suicidios inexplicables entre los descendientes de antiguos nazis.

¿Cómo nos pueden afectar tanto los sucesos ocurridos hace dos o tres generaciones, especialmente cuando los descendientes no han llegado a conocer a esos antepasados?

¿A través de qué mecanismos podemos los individuos sentir emociones que no nos pertenecen y que nos impulsan a seguir destinos que no se corresponden con nuestras vidas?

En la inmensa mayoría de las tribus que aún no han sido desposeídas de sus tradiciones milenarias, cuando un individuo está enfermo, ya sea física o mentalmente, se asume que la causa radica en algún problema interno de la tribu. Los hombres sabios de la tribu saben que hay algo pendiente de resolver en la tribu, y que uno o más individuos lo están pagando o manifestando a través de su enfermedad física o su desequilibrio mental.

Por ello, no es extraño ver que las tribus que siguen en contacto con su tradición y sus antepasados dan una especial importancia a las ceremonias de despedida de los muertos.

La conciencia de la tribu está conectada con una dinámica transgeneracional, impulsada por una memoria colectiva, que les mueve a desenredar todo lo que pueda estar pendiente en la relación de la persona fallecida con su tribu.

El objetivo de dicha conciencia colectiva es sacar a la luz los enredos que están hundidos para equilibrar el sistema de relaciones y armonizar sus vínculos.

En occidente, al no tener conciencia de estas fuerzas, tendemos a repetir, con demasiada frecuencia, las mismas historias y los mismos dramas de nuestros antepasados, sin que se produzcan cambios significativos hacia la resolución de estos conflictos generacionales.

En las Constelaciones Familiares se muestra con gran claridad cómo las cargas energéticas de las vivencias no resueltas de los antepasados empujan a sus descendientes a repetir situaciones complicadas o difíciles, y en ocasiones dramáticas.

En cada familia, hay secretos que viajan silenciosamente a través de las generaciones. Son silencios con una profunda carga emocional de vergüenza, culpa y dolor que han sido "enterrados" para evitar el sufrimiento que producen en el sistema familiar.

Pero, en el alma familiar (la familia y la red de vínculos del sistema familiar) hay una instancia superior que se ocupa de que nada se pierda ni se olvide. No se puede negar el afecto ni la dignidad ni el honor a un miembro sin que haya consecuencias posteriores.

Por esta razón, es necesario reconocer a todos los miembros de la familia y darles el lugar de respeto que les corresponde.

En caso contrario, otros miembros se sentirán atrapados en los sentimientos de los que fueron apartados u olvidados, y tenderán a repetir su difícil suerte o su destino trágico.

Sin embargo, cuando, desde el modelo tradicional de las Constelaciones Familiares, se dice que "ciertas desgracias familiares tratan de ser compensadas con otras desgracias" resulta una explicación poco razonable. En todo caso, se podría hablar de que las desgracias se repiten hasta que realmente se comprenden sus raíces.

Afirmar que cuando un miembro de la familia nace discapacitado, otro miembro puede decidir "limitarse" y negarse a ser feliz, tampoco es una respuesta satisfactoria desde la perspectiva Primal.

Más aún, cuando se explica como un "amor ciego" o como un rechazo debido al supuesto "tabú de la felicidad", lo estamos reduciendo a un razonamiento absurdo.
Cuando un miembro se atreve a ser feliz no tiene por qué sentirse solo ni culpable.
La causa que impide a un hermano ser feliz debido a la incapacidad de su hermano debe de tener su origen en algún suceso anterior.

Intuyo que cuando nace un miembro discapacitado es porque hay una energía sin resolver latente en el sistema (falta de reconocimiento al sufrimiento de algún antepasado, una injusticia grave, etc.), y que dicha energía también la sienten otros miembros de la familia en mayor o menor medida.

Unos miembros tan solo reciben el impacto emocional o sensorial, mientras que otros somatizan el dolor latente hasta llegar a la enfermedad o la discapacidad, o incluso la muerte (según sea hombre o mujer, y su nivel de sensibilidad o empatía).

La conciencia familiar tan solo busca despertar e integrar lo que aún no ha sido sentido y comprendido. No existe ningún ánimo de compensación o venganza. Tan solo el reconocimiento de la verdad, que con demasiada frecuencia solamente llega a través del dolor y del duelo.

En el supuesto de que el miembro que vibra más intensamente con esa carga termine por "irse del sistema", la energía seguirá latente e inundará a otro miembro de la misma generación o de generaciones posteriores, con la misma intensidad vibracional, aunque su manifestación, en esta ocasión, pueda ser mental en vez de física (o viceversa).
A no ser que se produzca un re-encuentro auténtico, dentro de la familia, con el mundo emocional y afectivo, la conciencia del sistema familiar creará situaciones similares una y otra vez hasta lograr equilibrar los lazos energético-emocionales que unen a sus miembros.

La muerte de un miembro no puede ser una expiación de una culpa, sino una oportunidad para que los miembros de la familia se unan en el sentimiento mutuo de dolor. El dolor que despierta dicha muerte hace que lo que no pudo ser sentido y reconocido con anterioridad pueda ser sentido. Cuando esto sucede finalmente, la conciencia del árbol genealógico deja de repetir la trampa que nos impide evolucionar.

Los padres y los antepasados siempre se alegran de que los descendientes sean felices. Se sienten parte de ellos y desean ver nacer algún fruto de su trabajo, su esfuerzo o su desgracia, y también anhelan encontrar, a través de sus descendientes, algún sentido a su lucha en esta vida.

Dichos antepasados raramente buscan venganza, pero sí necesitan sentir un profundo reconocimiento por parte de sus descendientes, quizás para aliviar su culpa, quizás para sentirse acompañados en su dolor por lo que no pudo ser cuando estaban vivos. Solamente cuando existe este reconocimiento energético-emocional y afectivo, pueden descansar, y su energía se convierte en fuerza positiva que acompaña y apoya a los descendientes.

Quizás exista un código de lealtad que se superpone a nuestros deseos personales, y que si uno es infeliz se siente inocente y que por ello prefiere ser infeliz, pero esta es una explicación demasiado simple e "inocente".

Tampoco podemos justificar esto con la teoría del "amor ciego" del niño que no le deja ser feliz porque desea estar cerca de sus antepasados. En todo caso, deberíamos hablar más bien de la gran sensibilidad del niño para percibir la vibración energética que le llega de sus antepasados y lo inunda, porque poco puede hacer para evitarlo.

Tampoco creo que se niegue a ser feliz, sino que, con el tiempo, queda atrapado en la infelicidad de sus antepasados (incluidos sus padres). Muchos niños harán grandes esfuerzos por intentar sacarlos de ahí u ocuparse de resolver sus problemas,... todo por amor. No se dan cuenta de que el mundo de los adultos es mucho más complicado y complejo de lo que cualquier niño puede sospechar.

Una Constelación Familiar es uno método rápido y efectivo para ver qué dinámicas e implicaciones familiares están contribuyendo a mantener latentes ciertos problemas.

Pero ¿cómo es posible que los participantes que hacen de representantes en una Constelación Familiar puedan sentir cosas de aquellos a quienes representan, sin conocer nada con anterioridad de su historia familiar?

Las personas expuestas como representantes, canalizan sentimientos, sensaciones y vivencias, y con frecuencia manifiestan síntomas físicos ajenos. Se sienten, sin ningún tipo de inducción, como "poseídos" por sentimientos muy parecidos a los sentimientos de las personas reales a las que representan. Es un aspecto misterioso e inexplicable para la ciencia convencional.

Algunos investigadores buscan explicaciones en la teoría cuántica, mientras que otros, como el biólogo Rupert Sheldrake, lo denomina campos morfogenéticos. Para Sheldrake, las estructuras y los procesos cristalizan dentro de un determinado contexto, y la memoria del sistema permanece y puede ser captada.

Aún sabemos muy poco sobre la trasmisión de la información emocional-afectiva. La ciencia convencional asume que todo se trasmite a través de las experiencias vividas ya sean verbales o no verbales, y apenas ha investigado otras hipótesis más amplias.

La experiencia vivencial de las Constelaciones Familiares nos muestra que podemos intuir, percibir o sentir sucesos latentes ocurridos hace varias generaciones en otras familias que no hemos conocido (u otros sistemas).

No se trata de caer en esoterismos fantasiosos, sino de constatar científicamente lo que sucede en los talleres de Constelaciones Familiares, y ampliar el marco científico con el que miramos nuestra realidad.

Algunos terapeutas e investigadores en el campo de la psicogenealogía llevan años tratando de explicar de qué forma se trasmiten ciertas vivencias a través de las generaciones. Las explicaciones son variopintas, casi siempre demasiado elaboradas, y con frecuencia desacertadas.

Ocurre algo similar con las interpretaciones para explicar el llanto y los berrinches de los bebés. Casi nadie lo comprende, pero los especialistas no paran de dar explicaciones que parecen coherentes.

Quienes han participado como representantes en algún taller de Constelaciones Familiares han podido constatar la presencia energética de información que no tiene nada que ver con sus propias vivencias ni las de su propia familia.

Este hecho es revelador para la investigación psicogenealógica porque si alguien desconocido puede experimentar estas vivencias, no debería de extrañar a nadie que un miembro de una familia pueda captar y sentirse influido por los sentimientos de otro miembro de su familia (incluidos los bisabuelos o tatarabuelos que no ha conocido).

Es evidente que existe una trasmisión verbal y no verbal de padres a hijos, de abuelos a nietos,... pero la evidencia que aparece en los talleres de Constelaciones Familiares nos muestra que no es la única influencia que recibimos, y que con frecuencia esas influencias invisibles son mucho más importantes de lo que nunca habíamos sospechado antes.

Por lo tanto, no es necesario seguir buscando una explicación completa en la trasmisión verbal y no verbal de la biografía de cada individuo. Basta con aceptar que estamos unidos por otros vínculos energéticos que se pueden constatar en los talleres de Constelaciones, y que algún día la ciencia tradicional llegará a incluirlo en su marco referencial.

Si lo descartamos, porque no encaja en el marco teórico tradicional o porque suena demasiado esotérico o increíble, le estamos haciendo un flaco favor a la todo poderosa ciencia. Por suerte, estamos en una época en donde existe una aceptación generalizada de "la magia" de la teoría cuántica, y es un buen momento para reivindicar la magia de los vínculos familiares en nosotros mismos.

En su libro "The Field" (El Campo) Lynne McTaggart nos presenta ciertas investigaciones recientes que evidencian científicamente lo que los grandes maestros espirituales nos han estado diciendo durante siglos.

En occidente, durante las últimas décadas, se ha ensalzado al individuo, desplazando a un segundo plano a la familia, pero ha sido tan solo una moda ideológica, una tendencia social y política de los tiempos, un intento por romper con el orden opresor establecido basado en la familia tradicional.

Sin embargo, la polaridad individuo-grupo se complementa perfectamente y está en el centro de los procesos profundos de cada persona. Necesitamos desarrollar nuestra individualidad y al mismo tiempo sentirnos parte de la familia, de la comunidad, del grupo.

Hay personas que creen poder dirigir su vida, pero hay fuerzas familiares y sociales muy poderosas. La ironía de la vida es que, con frecuencia, es mucho más productivo entregarse a estas fuerzas que resistirse. Al hacerlo, dejamos de malgastar energía inútil y finalmente podemos empezar a vivir nuestra vida e incluso podemos dirigirla un poco.

Aunque pueda parecer paradójico, dirigir nuestra vida como individuos no está en contradicción con ser dirigidos en cuanto que nos movemos como parte del grupo. Ambos movimientos tienen su lugar, se complementan y son necesarios.

¿Se puede hablar de un alma familiar?

El término alma está demasiado ligado al mundo eclesiástico y puede despertar sentimientos de rechazo en algunos ambientes. Quizás sería mejor hablar de campos morfogenéticos, o campos de información o conocimiento.

Desde la perspectiva de las Constelaciones Familiares, el alma se entiende como una red de vínculos, una comunidad de destino unida por la vida y la muerte. No tiene ninguna connotación religiosa en el sentido tradicional.

Quienes han estudiado antropología saben de la importancia de los vínculos y del grupo. En las tribus no hay jueces ni cárceles, y cuando se rechaza o se marginar a un individuo, por ejemplo negándole el saludo, este puede llegar a suicidarse, porque sin el vínculo su vida no tiene demasiado sentido.

Incluso en nuestra sociedad, durante la época medieval, el destierro podía ser un castigo peor que la cárcel o incluso la muerte.

¿La terapia de las Constelaciones Familiares se considera parte de la terapia sistémica o de la psicogenealogía?

Más que una terapia, se podría hablar de una experiencia vital de una gran riqueza. Se mueven tantas fuerzas y tantas energías a tantos niveles... Es una experiencia multidimensional que trasciende el plano meramente intelectual e incluso el emocional.

Yo la enmarcaría dentro de la psicogenealogía, pero el precursor es Bert Hellinger y su base es esencialmente sistémica.

Hay varios autores que han llegado a la psicogenealogía por diferentes caminos (Hellinger, Jodorowski, Didier Dumas, Chantal Rialland, Anne Ancelin,...). Todos ellos nos pueden aportar grandes luces y algunas sombras. Lo importante es caminar con confianza y humildad por nuestro destino, y dar tiempo a que se despeje la niebla que nos mantiene distantes e ignorantes.
Quizás todos venimos de la luz y, antes de venir a este mundo, nos hacemos ignorantes para jugar el juego de las relaciones, el juego de la vida... Sin esa ignorancia, la vida no tendría el mismo sentido.

Ángel Álvarez es Terapeuta Primal, así como Presidente de la Asociación Primal

Yo y mi arbol

viernes, 9 de julio de 2010 0 comentarios
La vida me viene a traves de la sabia de mi arbol genealogico, de mi familia, es mi destino, pero de ahi viene tambien mi libertad.

Taller Julio 2010

martes, 6 de julio de 2010 0 comentarios


Lazos de Amor

Fecha: 24 de julio de 2010

Comprendiendo lo que somos capaces de hacer por amor a nuestras familias.

Taller Terapéutico en base a las Constelaciones Familiares y Estructurales.

¿Tienes problemas recurrentes de pareja?

¿Tienes dificultades en la generación y manejo del dinero?

¿Tienes problemas de salud importantes?

¿Las mujeres de mi familia no tienen pareja?

¿Te es difícil encontrar y conservar un empleo?

¿Siempre te ocurre lo mismo con las parejas?

¿Tienes un dilema?

¿Quieres alcanzar una meta y no sabes qué hacer?

¿Tienes relaciones difíciles con tus hijos?



Las Constelaciones Familiares y Estructurales, permiten sacar a la luz y exteriorizar las dinámicas ocultas que actúan en una situación y comenzar a mirar cuales serian los primeros pasos para una solución.

Asistiendo a este Taller podrás:

1. Aprender los conceptos de Lealtad, Conciencia y Vinculo que actúa en los Sistemas Familiares

2. Aprender cuales son los “Ordenes del Amor” que deben respetarse para que el amor fluya.

3. Trabajar de forma directa o indirecta tus casos personales.

Si sientes que este mensaje es para ti, puedes escribirnos.

Si sientes que este mensaje puede serle de utilidad a otro, circúlalo con libertad.

Pre- inscripciones Abiertas por :

Constelacionesycoaching@gmail.com

Mayor información puedes consultar:

http://www.constelacionesycoaching.blogspot.com

http://www.facebook.com/pages/Destinos-Coaching-y-Constelaciones-Sistemicas/302249513437?ref=sgm



Facilitadores:

Maria Celeste Diaz: Terapeuta en Constelaciones Familiares del Instituto Bert Hellinger . Terapeuta en Respuesta Espiritual TRE, de la Asociación de Respuesta Espiritual. Reiki I y II, Ing. De Sistemas.

Daphne Bolivar Izquierdo: Terapeuta en Constelaciones Familiares del Instituto Bert Hellinger. Coach de Vida y Carrera Internacional, certificada por la International Coaching Community. Practitioner y Master en Programación Neurolingüística del IVPNL. Lic. RRII.

Horario:
9:00 am a 5:00pm
Direccion:
Centro Comercial Paseo Las Mercedes
Inversion:
350 bs.

Reconstructivas4

lunes, 5 de julio de 2010 0 comentarios
Comparto el Video de mi Profesora Carola Castillo, sobre los principios de las Constelaciones Familiares